El otoño de las tiendas viejas y las galerías
EL
OTOÑO DE LAS TIENDAS VIEJAS Y LAS GALERÍAS
Por
Manuel Salvador Molina Hurtado
Abogado
Constitucionalista y Administrativista
“Amaranta
(...) creyó que la había picado un alacrán.
-¡Dónde está! -preguntó alarmada.
-¿Qué?
-¡El animal! -aclaró Amaranta.
Úrsula se puso un dedo en el corazón
-Aquí-dijo”.
Cien
años de soledad, Gabriel García Márquez
Este
escrito se inspira en la fuerza que la gratitud y la justicia nos generan
hacia nuestros antecesores, que
levantaron a cuenta de esfuerzo a sus familias; y que tan inagotable era, que les
sobró para comulgarlo con los humildes que buscaban cobijo en sus locales -templos
de caridad-, en pos de alivio a sus vicisitudes cotidianas, a sus penurias
económicas, y a sus atribulaciones.
Como se desprende, en esta
ocasión, me acompaña la grandeza humana, la enseñanza perenne del
inconmensurable nobel GARCÍA MÁRQUEZ, que, precisamente, en relación
con el arte de escribir, decretó: “Uno tiene que trabajar con sus propias realidades, eso no tiene
remedio. El escritor que no trabaje con su propia realidad, con sus propias
experiencias, está mal, anda mal”.
En efecto, escrutando la
triste realidad que sobrellevan las tiendas viejas y las galerías en los
territorios apartados, en la otra Colombia -la que llora y padece solitaria su
desesperanza-, me he sentido impelido moral y espiritualmente a escribir estas
atormentadas notas.
Por eso, debo
expresar que no asombra en lo absoluto, que sigan condenadas al exterminio, a
tortura y muerte agónica; máxime, a sabiendas de que tal dolencia se pudo
evitar; y que, más aún, tiene remedio.
Extinción, anunciada
como una crónica macondiana. Perpetrada por la indiferencia de la Sociedad en
concierto con la apatía impune de
quienes están llamados por Ley a preservarlas,
a hacerlas productivas para bien del
consumidor, el campesino, los pequeños comerciantes y los trabajadores, y a
mantenerlas prósperas en el tiempo. Y por la moral y la ética, a resguardarlas
por el altísimo y connotado valor histórico y cultural que representan para una
comunidad determinada a avanzar por la senda de su identidad, sus valores, y sus
raíces.
Una población
que debiera ser gobernada por seres humanos humanizados, agradecidos y comprometidos
con la salvaguardia de la memoria de sus ancestros. Esto es, de aquellas viejas
y viejos que prodigaron, sin vacilación alguna, su vida entera y por pedazos al
cariño de los niños juguetones, sudorosos y descalzos, a la madre entristecida
y pobre que solicitaba un fiado para mitigar el hambre; y, al hombre que vivía
y no vivía, agobiado por el futuro incierto de sus hijos.
Y que, retrotrayendo
a Úrsula, en Cien años de soledad, un Pueblo humillado y ofendido no debiera
ser gobernado por quienes los animales de la prepotencia, la ignorancia, y la
mezquindad habiten en su corazón.
Claro, que
produce enojo y agudo pesar de Patria presenciar cómo los mandatarios designan administradores
de las galerías y directores de cultura a personas que carecen de idoneidad y
conciencia ciudadana para su buen desempeño. Ahora, se tornaría indefendible y
repugnante que la motivación de este desatino imperdonable lo constituyera,
cínicamente, el pago de favores electorales, el simple amiguismo, o el
autoritarismo del cacique político.
Definitivamente,
pareciera, que las galerías y las tiendas viejas han sido olvidadas por las
nuevas generaciones, así como se olvidan los viejos y las viejas que les dieron
la vida; así como se abandonan los caballos viejos, en compensación cruel e
injusta a una existencia de trabajo y maltrato; así como se sentencian a muerte
lenta las casas viejas…cuando ya no vive nadie en ellas.
Timaná,
Huila, 23 de marzo de 2024
Abogado
Asesor
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