¿Por qué el estado de Israel asesina niños palestinos?



OPINIÓN 

¿POR QUÉ EL ESTADO DE ISRAEL ASESINA A NIÑOS PALESTINOS?

ESCRITO POR: FAFAEL NARBONA*

Matar a los niños palestinos no es un accidente ni un daño colateral, sino una forma de abortar la continuidad del pueblo palestino El pueblo judío ha legado grandes pensadores a la humanidad. Solo en el siglo XX podemos citar a Emanuel Lévinas, Martin Buber, Günther Anders, Hanna Arendt, Walter Benjamin, Adorno, Horkheimer, Husserl, Hans Jonas, Sigmund Freud o Erich Fromm. Es una pequeña muestra de una lista inacabable. Ninguno aprobaría los crímenes del Estado de Israel en la Franja de Gaza. Lévinas habla de “una responsabilidad absoluta hacia el Otro”. La perfección moral consiste en asumir el cuidado del débil, del enfermo, del paria: “El Otro es el pobre y el despojado y nada de lo que concierne a este Extranjero puede dejarnos indiferente”. El Otro es el palestino, que vive hacinado en una estrecha franja de tierra, soportando una ofensiva militar que ya se ha cobrado 40.000 vidas, la mayoría mujeres y niños.


Israel no quiere testigos de sus crímenes. Sabe que las fotos de niños palestinos masacrados están desatando una oleada de rabia e indignación en la opinión pública internacional. En su ya clásico ensayo
El principio de responsabilidad (1985), el filósofo judío Hans Jonas escribe: “En cada niño que nace la humanidad da comienzo de nuevo frente a la muerte y, por tanto, entra en juego la responsabilidad por la continuidad del hombre”. Jonas nació en Alemania, se exilió cuando Hitler llegó al poder, combatió en las filas de la brigada judía del ejército británico, regresó a su tierra natal y, tras buscar a su madre, descubrió que había muerto en Auschwitz. Sionista convencido, se marchó entonces a Palestina y participó en la guerra árabe-israelí de 1948. Desencantado por el rumbo militarista del naciente Estado de Israel, rompió con el sionismo y pasó el resto de su vida en Nueva York, ejerciendo la docencia universitaria y publicando libros. Sus palabras nos sirven para comentar los crímenes del las Fuerzas de Defensa de Israel en la Franja de Gaza. Matar a los niños palestinos no es un accidente ni un daño colateral, sino una forma de abortar la continuidad del pueblo palestino.

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Hace unos años, la parlamentaria israelí Ayelet Shaked, diputada del partido Hogar Judío, una fuerza religiosa y agresivamente nacionalista, consiguió que las redes sociales le asignaran como apodo El Ángel de la Muerte, tras declarar que los terroristas palestinos “tienen que morir y sus casas deben ser demolidas. Son nuestros enemigos y nuestras manos deberían estar manchadas de su sangre. Esto también se aplica a las madres de los terroristas. Detrás de cada terrorista hay decenas de hombres y mujeres sin los cuales no podrían realizar atentados. Deberían desaparecer junto a sus hogares, donde han criado a estas serpientes. De lo contrario, criarán más pequeñas serpientes”. Las palabras de Ayelet Shaked no constituyen una anomalía, sino el reflejo de la mentalidad predominante en la sociedad israelí. Cuando se llega a estos extremos de odio, solo se puede hablar de una sociedad enferma que justifica y alienta un genocidio. Es la misma mentalidad de los alemanes que apoyaron a Hitler, celebrando el sufrimiento de los judíos europeos. 




Acusar de antisemitismo al que denuncia los crímenes Israel siempre es el recurso más fácil y demagógico, ocultando que hay un deseo real de expulsar a los palestinos de sus hogares para consumar el sueño de un Estado exclusivamente judío, con una extensión que se correspondan en la medida de lo posible con la fronteras bíblicas. Según el Antiguo Testamento, Eretz Israel (Territorio de Israel) debería comprender la tierra existente entre el Nilo y el Éufrates: 46.000 millas cuadradas que abarcarían Siria, Líbano, la zona nororiental de Irak, la parte norte de Arabia Saudí, la franja costera del Mar Rojo y la Península del Sinaí. Es imposible realizar esta utopía veterotestamentaria, pero muchos líderes israelíes han considerado y consideran que la actual Cisjordania solo es en realidad Judea y Samaria, dos provincias de Eretz Israel. Los palestinos deberían abandonar esa tierra y diseminarse por Jordania o Siria. Dado que no es posible forzar una nueva Nakba (el desplazamiento forzoso de casi un millón de palestinos provocado por el recién nacido Israel en 1948), Netanyahu y los que le precedieron han preferido impulsar las colonias ilegales en Cisjordania, apropiándose del 80% de las capas freáticas del subsuelo. Sin el control de los recursos hídricos, la Autoridad Nacional Palestina no podría garantizar la subsistencia de la población, lo cual provocaría una emigración forzosa, una forma de limpieza étnica que no despierta tanto rechazo como las operaciones militares.




En cuanto a Gaza, a veces es inevitable pensar que podría aplicarse al gobierno israelí el mismo razonamiento utilizado por el prestigioso filósofo judío Erich Fromm para describir la psicología de Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda e Información del Tercer Reich: “Cuán débil y vacío se siente uno cuando no puede ejercer el poder sobre alguien y de qué modo ese poder le proporciona nuevas fuerzas”. Ni Estados Unidos ni la UE aplicarán sanciones, pues Israel es una pieza clave en el control de Oriente Medio.

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Israel, Rusia y las olimpiadas de París Hay una razón más por la cual el Estado de Israel mata a los niños palestinos. Lo explica Manlio Dinucci en “Gaza: el gas en la mirilla” (Red Voltaire, 18-07-14): “Para encontrar una de las causas del ataque israelí contra Gaza hay que profundizar porque esa causa se halla exactamente a 600 metros por debajo del nivel del mar y a 30 kilómetros de la costa de la franja de Gaza. Allí, en las aguas territoriales palestinas, se encuentra un importante yacimiento de gas natural, el llamado Gaza Marine, estimado en 30.000 millones de metros cúbicos y de un valor de varios miles de millones de dólares. Según un mapa elaborado por la agencia gubernamental estadounidense U.S. Geological Survey también existen otros yacimientos de gas y de petróleo en tierra firme, en Gaza y en Cisjordania”. En 1999, Yaser Arafat llegó a un acuerdo con British Group y la compañía privada palestina Consolidated Contractors para explotar Gaza Marine. La titularidad de las acciones se repartiría del siguiente modo: un 60% para British Group, un 30% Consolidated Contractors un 30% y un 10% para el Fondo de Inversiones de la Autoridad Nacional Palestina. Se perforaron dos pozos, pero Israel los bloqueó, pues desea apoderarse de Gaza Marine. Tony Blair, representante del Cuarteto Diplomático para la Paz en Oriente Medio, gestionó un acuerdo que reservaba tres cuartas partes de los futuros ingresos del gas para Israel, excluyendo a los palestinos de cualquier derecho. El resto de los ingresos se depositaría en una cuenta internacional bajo control de Washington y Londres. Hamás ganó las elecciones en 2006 y afirmó que el acuerdo constituía un robo, asegurando que se opondría a él por todos los medios. Moshe Ya’alon, ministro israelí de defensa, respondió: “el gas no podrá extraerse sin una operación militar que ponga fin al control de Hamás en Gaza”.


La destrucción de Gaza no es un castigo a Hamás por el abominable atentado del 7 de octubre, sino parte de una estrategia de Tel Aviv para adueñarse de “las reservas energéticas de toda la cuenca del Levante, incluyendo las de Palestina, las del Líbano y las de Siria”. De paso, Israel y Washington dejan fuera de juego a Rusia, que no cesa de retroceder en la región, cada vez más hostigada en todos los frentes por Estados Unidos, principal artífice del conflicto ucraniano. Tanto la fallida Revolución Naranja ucraniana de 2004 como la actual guerra en curso responden al objetivo de boicotear las rutas comerciales del gas ruso como un primer paso hacia un ambicioso objetivo: desmantelar la Federación Rusa, repitiendo la jugada de Washington y Bonn –capital de la antigua RFA- en Yugoslavia. La Guerra Fría no ha vuelto, pero sin su trasfondo ideológico.


Mientras tanto, siguen cayendo las bombas en Gaza. Israel es el estado 51 de EEUU y no se atrevería a cometer matanzas de civiles palestinos sin su consentimiento. Es muy fácil odiar al Estado de Israel en estos días, pero la prioridad no es odiar, sino comprender y solidarizarse con las víctimas. Pienso que es posible vivir que judíos y palestinos puedan llegar vivir. Parece improbable, pero sin utopías, si únicamente concedemos credibilidad al pesimismo, la historia de la humanidad se reduce a un canto a la crueldad.


*RAFAEL NARBONA
Escritor español, profesor de filosofía y crítico literario. Autor de Maestros de la felicidad


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