Médicos humanistas, una especie en extinción

 


OPINIÓN

MÉDICOS HUMANISTAS, UNA ESPECIE EN EXTINCIÓN

ESCRITO POR: RAFAEL NORBONA*
En su versión del juramento hipocrático, el doctor Louis Lasagna escribe: “La medicina no sólo es ciencia, sino también arte. La calidez humana, la compasión y la comprensión pueden ser más valiosas que el bisturí del cirujano o el medicamento del químico”. Desgraciadamente, pocos médicos han asimilado esa enseñanza. Mi mujer, Piedad, lleva un año luchando contra un adenocarcinoma de endometrio. Ya ha pasado por el quirófano, las sesiones de radioterapia y dos ciclos de quimioterapia. El 7 de agosto habrá finalizado el tratamiento y las perspectivas son buenas.



Durante este período hemos mantenido contacto con médicos, enfermeros, técnicos de radioterapia y una psicooncologa. Hace poco nos cruzamos con Cris y Dani, dos de los técnicos del CIOC de HM Sanchinarro, y nos abrazaron con afecto y sin prisas. Durante quince minutos, hablaron con Piedad y conmigo, transmitiéndonos esperanza y optimismo. Ningún médico ha hecho ni hará nada similar. Susana Garrido, la psicooncóloga, sí actúa de ese modo. Muy humana y cercana, nunca escatima las demostraciones de cariño y nos recuerda a menudo que las perspectivas son excelentes. La única doctora que ha demostrado humanidad en HM Sanchinarro ha sido Irene López Carrasco, ginecóloga. Omito los nombres del resto, que han oscilado entre la frialdad y la mera corrección.


¿Por qué los médicos son así? Me temo que por la misma razón que muchos escritores y profesores se muestran distantes y poco empáticos: vanidad y egoísmo. Algunos objetarán que los médicos deben ser prudentes, pero yo recuerdo al médico que me anunció que a mi madre le quedaban pocas horas de vida antes de conocer los resultados de un TAC. Presuponía que su adenocarcinoma de colón se había extendido al cerebro, pero carecía de datos que lo acreditaran. Mi madre vivió aún dos años más y no había metástasis. Los médicos son muy imprudentes con las malas noticas y muy cautelosos con las buenas, quizás porque su prioridad es protegerse a sí mismos. Al mismo tiempo, cultivan un insoportable victimismo, muy similar al de los profesores. Ambos gremios olvidan que ser taxista, obrero de la construcción o policía también implica muchos sinsabores.

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Afortunadamente, aún hay médicos como Damián Sánchez Torres, ginecólogo oncológico y uno de mis antiguos alumnos de bachillerato. Sensible, amable y brillante, su forma de actuar demuestra que la buena praxis consiste en atender indistintamente las necesidades emocionales y biológicas del paciente. Mi bisabuelo, Domingo Picornel, fue médico rural a finales del XIX y sus hijas, Rosa y Mercedes, siempre destacaron su humanidad y cercanía. Si los médicos descuidan este aspecto, podrían ser sustituidos sin problemas por robots altamente especializados.


La deshumanización de la medicina corre paralela a la deshumanización de la sociedad. Aunque algunos no lo adviertan, perdemos todos. Los médicos fríos y pocos humanos olvidan que algún día también serán pacientes y no les agradará ser tratados como simples portadores de síntomas. No entienden que un médico viola el juramento hipocrático cada vez que obra sin compasión, comprensión y calidez. Ojalá les sirviera de inspiración Janusz Korczak, médico, escritor y pediatra qué decidió ir a Treblinka con los niños de su orfanato del gueto de Varsovia, sacrificando su vida para acompañar a sus pacientes en su terrible destino.




*Escritor español, profesor de filosofía y crítico literario. Autor de Maestros de la felicidad


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